Cumpleaños

Por Linette Cozaya Otto

Envolver el regalo es la parte más fácil. Y no es como que sea algo fácil: nunca supe cómo doblar las esquinas para que no quedaran chonchas y chuecas. No quiero ir, pero compré un moño. Se supone que es mi mejor amiga, debería querer estar con ella en su día especial. Pero desde ese día… Tampoco sé qué ponerme. A pesar de que el armario está lleno. Nada me sienta bien. Ojalá pudiera ir en pijama. Hashtag normalicen salir en pijama. Me baño. Me visto. Opté por la blusa negra más básica de todas. Jeans, botas, bolsa. ¿Debería maquillarme? Quizá un poco de rímel. ¿Y labial? Nunca recuerdo dónde vi por última vez mi pinza favorita. Tampoco quiero manejar. La gente no entiende de respeto y a esta ciudad le urge educación vial. Ni siquiera los peatones saben cómo caminar. ¿Ubican la banqueta? ¡Úsenla! Lo bueno de Lisa es que le gustan los lugares con valet parking. Lo malo es que resultan caros y la comida nunca es la mejor. Este año el restaurante elegido le separó toda una sección para la fiesta. Me saluda como si nada. La abrazo y le deseo un feliz cumpleaños. Pide que me siente a su lado. Me sudan las manos y el estómago me da vueltas. Agradezco no haber sido la primera en llegar, se distrae hablando sobre mercurio retrógrado con Tania y José. Mi plato tiene una mancha. Llegaron más invitados, compañeros de su clase de… ¿economía? Hacen que me levante para saludarlos y se sientan enfrente de mí. ¿Por qué la gente hace eso? Ya les había dicho “hola” y un gesto con la mano, no era necesario venir a besar mi mejilla. Siguen llegando invitados. ¿A cuánta gente invitó esta vez? Siempre ha sido muy popular. Llegó Leo. Quince minutos tarde. Él sí acepta mi “hola” y gesto de mano. Lisa lo besa de más. Algunos parecen incómodos. Me incluyo en el “algunos”. Lisa lo sienta a mi lado. “Para que platiquen”, dice, sonríe y se va a recibir a alguien más. Creo que tengo que vomitar. Pero no he comido nada hoy. ¿Se puede vomitar con el estómago vacío? ¿Quizá bilis nada más? Leo pregunta por mi día, por mi gato, por el regalo que compré para Lisa. Quiero que deje de intentar hacer plática. Igual le contesto. Bien, no hice nada; está bien, se quedó en casa, obvio; no, no le compré otro libro a Lisa, ya sé que nunca los lee. Agrego el básico “¿y tú?” Porque me siento obligada. No, tampoco le compró un libro. Por fin se sientan todos. Lisa toma mi mano y opina que me veo más pálida de lo normal. “No te sienta muy bien ese top, Di.” Ya lo sé. Lo dice siempre, no importa el top. Cada quien ordena lo que quiere. Están felices porque los tragos están al 2×1. Lisa y Leo acuerdan compartir platillos. Sigo sin saber qué ordenar así que me voy a lo más básico: copiar la orden de Lisa. Me mira y balbucea: “como siempre”. Puedo sentir mis mejillas ponerse tan rojas como su labial, así como en caricatura, que el color les sube por la cara con una línea horizontal. ¿Para qué me invitó? Ya lo habíamos hablado. Ya me había perdonado, ¿no? Se voltea para platicar con los amigos de economía. “Tranquila”, dice mi teléfono. Es un mensaje de Leo. Lo miro y me sonríe. No puedo sonreírle de vuelta. Intento distraerme en el celular. Lo malo de ser jueves es que el nivel en el Sudoku diario es alto y no me apetece pensar ahora. Tiktok es muy ruidoso, Instagram está nefasto últimamente. No tengo notificaciones nuevas. Me levanto al baño. Sí me veo más pálida de lo normal. Y el top no fue mi mejor idea. Leo aparece en el reflejo. “¿Estás bien?”. Lo miro irritada, le digo que sí. Me meto al cubículo donde está el retrete. Leo detiene la puerta y se mete conmigo. Estoy temblando. Hace calor, siento que se me nota lo mucho que estoy sudando. Esto no puede estar pasando. Me besa. Lo beso. Mi mente está en contra de lo que está pasando. Pero mi cuerpo no quiere hacer caso. Le digo que no, que pare, que es su cumpleaños, que no podemos. “Lo sé.” Lo sabe. ¿Y entonces? Me explica que él no quería venir. Que él no quiere estar con Lisa, que la ha querido dejar y no puede. ¿No puede? Yo tampoco puedo. Quiero reclamarle. Quiero gritarle, y también a Lisa. Quiero terminar este juego tonto donde Lisa siempre gana y yo siempre termino llorando en mi cama. ¿Y si nos vamos? ¿Y si salimos de aquí y la bloqueamos? ¿Podría tirar a la basura toda una vida de amistad? ¿Podría Leo tirar a la basura sus casi seis años juntos? No decimos nada. Salgo del cubículo a arreglarme el labial frente al espejo. Miro a Lisa acercarse en el reflejo. “¿Has visto a Leo?” Señalo los cubículos. Me abraza. “Pensé que no vendrías.” Le sonrío y regreso a la mesa. Cojo mi bolsa y salgo de ahí.

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